La obra presenta una figura abstracta de tonos oscuros, ubicada sobre un fondo predominantemente ocre y rojizo. La composición sugiere una silueta humana esquemática, con una cabeza clara y ovalada en la parte superior, en la que se aprecian trazos lineales que podrían representar facciones mínimas. Los volúmenes corporales, insinuados mediante formas redondeadas y sombreadas, parecen emerger suavemente del fondo, sin contornos rígidos.
El fondo es homogéneo en textura, pero está compuesto por variaciones tonales que van del marrón profundo al ocre y al rojo cálido, generando una atmósfera densa y envolvente. La iluminación es sutil y parece provenir de una fuente difusa, lo que acentúa la sensación de que la figura se encuentra inmersa en un espacio etéreo o brumoso.
La pieza transmite una sensación introspectiva y enigmática, reforzada por la integración casi total de la figura con el fondo cromático. Hernández Delgadillo utiliza una paleta restringida y un tratamiento pictórico que prioriza la atmósfera sobre el detalle, logrando una obra de fuerte carga emocional y poética.